2820Historia contada por Ezio Solari, Criador, Sextuple Campeón Mundial con Alaskan Malumate en Estructura y Belleza, Campeón Américas y el Caribe y Campeón Nacional de Agility

 

Era lunes, un día no muy querido por la mayoría, pero para Koeny, Blue, Amanda, Ayiyak, Simba, Blass  y para mi era el ideal. Como a todo Alaskan de tomo y lomo a los míos les encantaba tirar de su trineo pero ese lunes no pasearían turistas. Les tenía preparado un panorama especial.

La Dirección de Metereología había pronosticado un día espectacular, lleno de sol. Cómo no lo íbamos a aprovechar con la caminata que habíamos estado esperando por semanas.

Era la oportunidad para subir el Pirigallo, uno de los cerros que componen el macizo volcánico “Nevados del Chillan”. Desde mi llegada a las Termas se había transformado en uno de mis objetivos.

Luego de 20 años viviendo en Italia y con los perros metidos en la sangre, decidí regresar a Chile, con la idea de aprovechar mis conocimientos con perros para aplicarlos al turismo. Hace mucho que los Alaskan Malamute se habían transformado en mi raza favorita, tanto así que ya teníamos 6 campeones mundiales.

Como buen emprendedor monté una empresa de turismo, Icy Mountain, e introduje los paseos en trineo tirados por mis Alaskan. Una mini Iditarod en las Termas de Chillan pero con sensación a Alaska.

Temprano ese lunes iniciamos la caminata hacia el Pirigallo, cubierto de nieve, con la intención de avanzar hasta los lugares que aún no conocía. Ojalá pudiésemos llegar a unos 2.700 metros.

Luego de casi 4 horas de caminata nos tomamos un respiro para mirar hacia el valle. La vista era impresionante. Hacia abajo la aldea de Valle Las Trancas, los hoteles y las pistas de esquí; hacia el norte, el sur y al oriente, los volcanes y glaciares. Los perros, en su salsa. Las montañas y la nieve estaban en sus genes.

Pero en la montaña el tiempo es impredecible, a pocos minutos de reiniciar la marcha se comienza a nublar. Por el radiotransmisor me indican que el tiempo está cambiando y me piden les informe mi posición. Desde la base nos solicitan  regresar. Se espera que las condiciones climáticas cambien drásticamente en las próximas horas.

Conocía de sobra a la montaña y sabía que no era bueno desafiarla por lo que decidí emprender el regreso.

No habían pasado 30 minutos cuando una densa niebla comienza a cubrirlo todo.

No logro siquiera ver las huellas y la desorientación es total. Todo es blanco. No hay norte, sur, este ni oeste. Mis Alaskan se mantienen a mi lado, lo que me da un alto grado de seguridad a pesar de la incertidumbre de la montaña.
No me queda otra que dejarme guiar por mi intuición aún cuando sabía que estaba perdido y desorientado en esa espesa blancura.

En pocas horas más comenzaría a oscurecer. Debía encontrar el camino lo antes posible, pasar la noche en la montaña era temerario e impensado más aún sin el equipamiento adecuado.

A poco andar sentí que no todo estaba perdido, nos topamos con un pequeño curso de agua. A qué otro lugar que no fuese el valle, nos podía llevar?
Comenzamos a seguir el riachuelo pero con la poca visibilidad pisé mal y resbalé en una roca; en la caída pierdo el radiotransmisor portátil. Sin poder comunicarnos, sin visibilidad y mojado, mi preocupación aumenta minuto a minuto. Lo mejor es buscar un lugar para pasar la noche.

Metros más abajo una pequeña cavidad en la roca, algo así como una incipiente cueva, parece ser el lugar ideal para quedarnos con los 6 perros. Acurrucados con ellos podría tener una posibilidad de calor para esperar el día siguiente. Nos agrupamos en la cueva y la espera comenzó.

Repasando en mi mente las  posibilidades que tenía, recordé un truco que le había enseñado a Koeny: buscar su comida escondida en la nieve.

Llamé a Koeny.  Podía ser mi tabla de salvación.

Ella nos podía llevar de regreso a casa. “Koeny busca la comida”. le digo.

Koeny se yergue y sin pensarlo comienza a descender. Para ella la niebla y la nieve eran un juego más. Tenía que confiar plenamente en ella, nunca me había fallado. Junto a todos los perros la comenzamos a seguir.

La caminata se hizo eterna, no era fácil seguirle el paso, la nieve estaba muy blanda y la niebla, espesa. La vegetación comenzó a cambiar. Era signo inequívoco de que habíamos bajado a la altura del bosque.

Era una buena señal. Koeny había encontrado el camino a casa.

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1
Te ayudo, guauf
Perritorio responde
Hola!!
Gracias por escribirnos, ¿en qué podemos ayudarte :)?