La Segunda Guerra Mundial estaba entrando en su fase final y en el norte de Italia las tropas alemanas comenzaban a replegarse. Hacia fines de 1944, en pleno invierno, un batallón de soldados polacos, estaban estacionados en las afueras de Piacenza, ciudad al norte Italia.
Uno de los soldados, de nombre impronunciable, Andrzej Błagowieszczański, en unas se guardias se topó con una linda Setter Inglesa. Parecía estar muy asustada, hambrienta y afectada por el invierno. Andrzej la acogió y la alimentó, eso sí escondiéndola de su sargento.
Cuentan que el batallón polaco permaneció varios días en Piacenza hasta que recibió la orden de cruzar el Rio Po y seguir hacia al norte.
A esa altura el soldado Błagowieszczański había bautizado a la Setter como Pies, perro en polaco.
Los soldados re inician su regreso hacia Polonia y Pies sigue a Andrzej, cruzando el Rio Po hasta llegar a Casalpusterlengo una ciudad de Lodi a sólo 18 km de Piacenza. Las tropas se reagrupan en ese pueblo mientras el soldado Błagowieszczański consigue esconder a su nueva amiga para evitar que fuese vista por sus superiores.
El día de la partida, en un descuido de Andrzej, Pies es descubierta por el sargento del batallón y el soldado recibe la orden de abandonar a la bella Setter Inglesa.
Giuseppe Magnasco, un agricultor de la zona que estaba en la ciudad tratando de conseguir insumos para su campo se quedó observando la escena del sargento, el soldado y la Setter sin entender que sucedía. Andrzej en un acto desesperado decide pedirle a Giuseppe, quien estaba como simple espectador, que lleve a Pies de regreso a Piacenza para que encuentre a su dueño.
El agricultor no logra comprender lo que pasa. El polaco es sin duda un idioma muy difícil de entender para él y no se atreve a abrir la boca por temor a los soldados.
Finalmente las tropas parten y Magnasco se queda petrificado con Pies en sus manos. Cuando vuelve en razón no le queda más que subir a la Setter a su camioneta y partir a su casa en Zorlesco un pueblo a pocos kilómetros de Casalpusterlengo.
Camino a su campo recuerda a su amigo el Commendatore Paolo Ciceri dueño de Dei Ronchi, el principal criadero de Bracos Italianos de Italia. Él seguramente sabría aprovechar las virtudes de esa linda Setter.
Magnasco llega a la casa de Ciceri con Pies con la idea de dejarla en Dei Ronchi. El Commendatore le hace una serie de pruebas y rápidamente llega a la conclusión de que la Setter es una formidable cazadora y le sugiere a Giuseppe que la conserve.
Tres años más tarde, con la Segunda Guerra Mundial terminada, el trabajo de cinofilia se había reanudado por casi toda Italia.
A Ciceri, quien además de criador era un prestigioso juez, lo invitan a juzgar una prueba de campo especializada de Setter Inglés en Toscana, a unos 250 km de su natal Zorlesco.
La prueba de campo resulta todo un suceso. Muchos criadores ya habían retomado su actividad y el entusiasmo era generalizado a excepción de un señor que no había logrado quedar en los primeros lugares con sus ejemplares.
Ciceri se acerca a él y lo escucha hablar de una perrita Setter que había huido durante un ataque aéreo de los aliados y que seguramente estaría muerta. Según él, ella era capaz de derrotar a todos los que competían ese día.
Al Commendatore le causó curiosidad lo que hablaba ese hombre, un médico al que le apasionaban los Setter Ingleses tanto o más que la medicina: el dottore Rettanni.
A Ciceri la descripción de Rettanni sobre su perrita de nombre Gea le es familiar y le pide una foto. El doctor guardaba una en su billetera que para él era un tesoro.
Al ver la foto, Ciceri queda sorprendido. Lo que había pensado después de la descripción de Rettani era cierto: Pies es Gea.
Las palabras de Ciceri, casi confirmando que sabía donde estaba el perro, hacen que el dottore Rettanni quiera acompañarlo inmediatamente en su regreso a Zorlesco, ¿será Gea, realmente?
Ciceri y Rettanni llegan a casa de Magnasco y le cuentan sus sospechas.
Para Giuseppe es un golpe fuerte. A esa altura amaba a Pies, era su compañera y no estaba dispuesto a que se fuera de su vida, pero también comprendía que quizás podía ser la Setter del doctor.
¿Cómo podrán saber si Pies es Gea? Magnasco no iba a desprenderse así como así de Pies, quería pruebas, algo que lo comprobara. Rettanni, sabía la conexión que tenía con Gea
y cómo la había criado, por lo que sugiere esconderse, llamarla y ver si lo reconoce. Si Gea reaccionaba hacia el dottore, la perrita volvería con él.
La expectación era alta, Rettanni no quería volver a Piacenza con las manos vacías y tenía temor a que no lo reconociera, pero no quedaba otra opción que hacer la prueba. Ya todos dispuestos, Rettanni se esconde, realiza un silbido y llama a Gea por su nombre. Gea capta el llamado, mueve su cabeza de un lado a otro y corre desesperadamente hacia donde la llamaban. Al ver a Rettanni le salta encima y lengüetea a su dueño original. Quienes estuvieron presentes en la escena, dicen que pocas veces han visto a un perro tan feliz como Gea al reencontrarse con su dueño tres años después.
Por el otro lado estaba la tristeza. A Magnasco no le queda más que aceptar el trato y reconocer que Pies es Gea. Su fiel compañera de los últimos 3 años tendría que partir, aunque con el tiempo recibiría un lindo regalo.
Pasó un año y Guiseppe aún recordaba a Pies. Era su compañera en el campo. En eso, mientras trabajaba, Magnasco ve a un hermoso Setter corriendo hacia él. En un principio pensó que estaba soñando, pero cuando llegó hacía él se dio cuenta de que era Pies. Rettanni volvía a visitar a quién cuidó con amor a su perrita, pero ahora le traía un regalo. Una linda cachorra hija de su querida Gea como agradecimiento a quién la cuidó y tuvo la honestidad y lealtad para devolvérsela después de tres años.